la opinión musical de Litoscar

Monday, November 26, 2007

Maldita sea la curul que juntó a este par de cabrones


Joaquinito, siempre proclive al romance (recordemos su enfermiza relación con la cocaína) y la camaradería, después de aquel flirteo lioso y fashonista con Fito Paez (Dr. Jekyll vs. Mr. Hide), ahora se asoció con el Nano. Como parte de su gira, “Dos pájaros de un tiro”, la doble SS (Servicio Secreto) se presentó en el festival Revueltas de la ciudad de Durango la transfigurada noche del 23 de Octubre. Todo nos hacía suponer que atreverse a subir con Serrat al escenario sería como montar al cadalso, pero Sabina no sale tan mal revirado, por supuesto que se las da de guapo, pero al final exhorta que no demuestra más quién la tiene más grande, el gachupín o el catalán, si no que entre narigones siempre se sucederá un final de fotografía.

Una cosa hay que aplaudirle a Sabina, que haya puesto a rockear a Serrat. No es fácil motivar al Nano a registrar pedido en suertes que no le son tan de pañuelo. Sin embargo, en la primera de la noche, “Ocupen su localidad”, en alusión a la provincia, el barcelonés apodao con la fusta del estilo, abraza el rito rocanrolero del Sabina y Viceversa, para demostrar que aunque cantautor el rock no le es una piedra en el zapato. Más que un concierto aquello parecía un baile de disfraces. Donde ambos se intercambiaban los antifaces, bajo una postal que resaltaba un globo simulando una luna inflable colgada de un perchero de sombra.

La siguiente fue “Aves de paso”, más cercana a la versión roquerita que grabara Miguel Ríos que a la del propio Joaquín. Que a pesar de los tragos, el tabaco y los excesos (tan joven y tan viejo, like a rolling stone) aún rockea. El énfasis se justifica porque una parte primordial del recital la ocupa el rock. Sin que escape por supuesto a la autocomplacencia. El espectáculo pretende abarcar el repertorio heterogéneo de ambos, por lo que hay un lapso flamenco, otro de balada, uno más de chabacanería y desenfado, etc., lamentablemente pierde altura cuando Sabina sufre uno de sus accesos de chavelavarguismo. La triada de canciones, “Por el boulevard de los sueños rotos”, “Noches de boda” y “Nos dieron las diez”, sacadas de la manga sólo para echarse chauvinistamente al público al bolsillo fueron lo menos rescatable de la noche. Preferible su coqueteo aflamecao con el hip hop, o sus experimentos hilarantes a la Manu Chao.

Casi todas las canciones fueron interpretadas a dúo. Excepto unas cuantas, por ejemplo “Mediterráneo”, que junto con “19 días y quinientas noches” fue lo mejor de la noche. La primera presentó a un Serrat intenso, aferrado a su guitarra, nos recordó al Nano más radical, sin tregua, con una versión enérgica, escupida a la audiencia, casi expulsada con violencia. La segunda fue cantada por los dos, con una arreglo sí, cercano al original pero que no desencajaba en la modificación a dos voces, de entre las más coreadas por el público. Sorpresiva una “Y sin embargo” capoteada por completo a cargo del Nano, quien le obsequio un toque de emotiva serenidad, alejado de la versión confesionesca y despechada que le imprime Sabina.

Y entre rola y rola, un mano a mano de refutaciones afectuosas, de albures, de duelos de rimas. Todos por supuesto ganados por Serrat. Hay que puntualizar y dejarlo claro. El Nano es el jefe. Y Sabina su patiño. Además de la competencia, protagonizaron pequeños sketches. Alentados por el grouchomarxismo de Sabina. Comprobables en el disímil atuendo de los cantantes. Joaquinto, con su ahora eterno sombrerismo, portaba un bombín, un saco de mago barato y unos pantalones tan repegados a la carne que lucía unas piernas de embolo que envidiaría cualquier gafitas de las pecas. Por su lado el Nano, ejerció su cachuchismo y se mostró sobrio de mezclilla y saco.

Mención aparte merece la escenografía. De primer nivel. Ambientada con unas pantallas que prefiguraban imágenes y bombardeaban con videos al espectador. Marco perfecto para el grupo de doce músicos que hicieron a la gente olvidarse del frío. Sobresaliente la figura de Antonio García de Diego. Inseparable mosquetero de Joaquinito. Se extrañó la figura de Pancho Varona, otro de los eternos caballeros sabinianos. Las segundas las aportaron un par de chicas, que se dieron el lujo de bailar con menudo par de momias, una para cada vetarro.

El amplio repertorio de los cantantes no permitió una gran cantidad de temas, por lo que no faltaron los popurrís y el bis fue muy corto, apenas de dos canciones. Faltó por supuesto “Mi primo Nano”, compuesta por Sabina en honor a Serrat. Como dato curioso queda que Joaquinito no cantó ninguna de las piezas de sus últimos dos discos, Dímelo en la calle y Alivio de luto. Al final, casi dos horas después, terminó el show con un Nano grande y un Sabina agradecido, que sigue sin faltar a la consulta del foníatra que le dice que nunca será Joan Manuel Serrat.

1 Comments:

Anonymous Anonymous said...

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6:58 PM

 

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