la opinión musical de Litoscar

Monday, November 26, 2007

El wagnerismo del eterno retorno


Sólo los genios se repiten. Dostoyevski y Kafka lo confirman. Woody Allen hace de la regla su discurso. Un hombre es sus obsesiones, un eterno retorno. Volver una y otra vez a las inquietudes que lo aquejan. Existenciales, dialecticas, o metafísicas. Su amplia filmografía constituye uno de los testamentos más ejemplares de una estética de la modernidad. Aunque a menudo retoma aspectos clasisistas para introducirlos en sus películas, es en realidad un pretexto para contrastarlo con la insoportable ansiedad del ser contemporáneo.

Debido a los excesivos guiños y correspondecias que existen en sus tramas, es que se le ha criticado de ser repetitivo. Con frecuencia vemos a sus personajes charlar en torno a una mesa. Incansablemente, las criaturas allenescas son proclives a analizar de manera morbosa los conflictos alrededor de un suceso jamás insignificante. Dotar hasta el límite a la realidad de un sentido dramático sólo para demostrar cuán futíl es la seriedad de las cosas.

La carrera de Woody Allen tiene en común un aspecto con la carrera de Bob Dylan. El músico por ejemplo, crea álbums excelentes, insuperables, pero que guardan un perfil aceptable en su discografía. Se mantiene activo y conforme, pero de repente sucede un hecho sin precedentes. Lanza un disco que cambia la manera de concebir la música, y aunque parezca imposible es revolucionario. Marca para siempre a una época y vuelve a mantenerse como oculto, al grabar discos buenos, pero no magnificos, a la espera de que otra vez surga ese golpe de talento que modifique la escena. Lo mismo ocurre con Allen. Sus trabajos jamás son mediocres. Se mantienen en la raya de la media general. Entonces aparece la genialidad de Woody y crea piezas que permanecerán para siempre en la historia del cine.

De sus últimos cuatro filmes, tres son comedia. El cineasta había manifestado que así lo deseaba. Que tenía la necesidad de explorar la comedia romantica. Así lo hizo en la excelente Anything else (2003). En este largometraje hay una mirada particular sobre el estilo Allen. Una vuelta de tuerca respecto a su manera de manifestar la vida. Incansable saboteador de si mismo, y dispuesto siempre a reirse de si, aparece como un comediante completamente opuesto al Allen de siempre. Se burla de que uno de sus personajes asista a terapia, disfruta de la vida y no se le ve ingiriendo algún antidepresivo con whiskey.

Su siguente paso, Melinda & Melinda (2004) es un experimento con la realidad. En el que se vifurca una situación, entre tragedia y cómedia, según la persona que la asimile. No tan buena como su antecesora, resulta una película medianoana, a la altura de Hollywood Ending (2002). A menudo se le critican estos pseudo resbalones al director, pero hay que rescatar que es muy difícil cumplir con la cita que él mismo se ha impuesto, un film por año. Cualquiera desearía realizar una Melinda & Melinda con esa fluidez narrativa, sin embargo, siempre se quiere tener al Allen de Manhattan o al de Deconstructing Harry.

Como Melinda & Melinda fue una cinta sin mayores repercusiones, no esperabamos el asalto de la siguiente entrega. Es cuando aflora el genio neurótico. Match Point (2005) es una obra monumental. Primera de una serie de tres filmes que realizaría el Allen con Scarlet Johnason, en la que el leit motiv de las tres es Londres, es una recreación malvada, retorcida, inteligente de Crimen y Castigo de Dostoyevski. Como un nuevo Raskolnikov, el protagonista, Jonathan Rhys Meyers, asciende a la clase alta sólo para descubrir que es incapaz de vivir sin ella. Sacrifica el amor con tal de continuar con su life style. La trama es tan intensa, manejada tan psicologicamente como la novela, que sin duda Woody Allen es un Dostoyevski del siglo XXI. Es tan grande la admiración que siente por el ruso que en ocasiones su protagonista aparce leyendo la novela aludida en la versión de Penguin. Y es prescisamente con esa novela que se inaugura la novela moderna.

Después aparecerá Scoop (2007), la segunda de la saga con Johanson. Aquí el papel de la actriz es diferente. Allen vuelve a la comedia y contrasta a la sensual, provocativa e insegura Scarlet a una tontita, medio ingenua y simpática rubia que aspira a convertirse en periodista. Aquí Allen comienza su acto de prestigitador al recurrir a films anteriores para confeccionar su trama y su persona. Conocido ahora como Splendini, un mago, Woody nos recuerda al que aparece en Historias de Nueva York. Quien desaparece en un truco a la mamá del eterno edipo allenesco. También toma prestado del mago que aparece en El escorpión de Jade. Hasta este momento personajes alegoricos. Pero que en Scoop se convierte en el protagonista de su propia historia. El humor de Splendini toma mucho del ladronzuelo de Small Time Crooks. Que requiere mucho del chistorete. Una más de las formas de nerviososmo de Woody.

Sin ser una obra maestra, Scoop es una gran comedia. Digna de no dejarse pasar. Aquí vuelve a la intriga manejada en Match Point, pero desde la ligereza, no por eso menos profunda. Pero si en el anterior retrato nos hacercaba a la novela policiaca psicologica, ahora parece una historia a la Scoobie Doo. Con la belleza de Scarlet como marco perfecto para ahora develarnos un Londres que empieza a no resultarle tan agradable al director. Un londres al que se atrevió a cambiar por su adorado Nueva York.

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