la opinión musical de Litoscar

Tuesday, January 16, 2007

James Dean Bradfield


James Dean Bradfield
The Great Western
Sony/BMG, 2006




Desde la dramática desaparición de Richey James en 1994, Manic Street Preachers se ha cargado descaradamente hacia el pop. El último trabajo de la banda, Lifeblood ya anticipaba esto: el disco solista del cantante. Entonces, el lado más gentleman de la banda, representado por James Dean Bradfield, se ve hoy más acentuado con The Great Western.
En 1995 James Dean asumió el control del proyecto y grabaron Everything Must Go. El álbum no sólo cuenta con algunas de las canciones más memorables del repertorio de Manic, si no que descubrió otro ángulo de su potencial, el lado fino y refinado del pop.
Si aquella nueva propuesta y el siguiente This Is My Truth Tell Me Yours representaban un rostro más delicado, este The Great Western es todavía más popero. Es un ajuste de cuentas con el devenir de la banda. Así, el guitarrista y ahora líder puede trabajar en completa libertad sus inquietudes y no insuflárselas al ya merecido respeto contestatario de Manic.
El resultado es un excelente producto de la era pop. Una clase gratis para todos aquellos mercaderes de bazofia que con tal de beneficiar los intereses de los monopolios discográficos se empeñan en querer hacer parecer como artistas a quienes no lo son. Todo proviene de los Beatles y lo sabe. Por supuesto la intensidad melódica no baja de nivel y el sonido es muy fiel al Manic de la etapa James Dean en los 11 tracks. Lo que lo hace un trabajo digerible a la primera oída. Pero como en todos los que colabora este galés hay momentos memorables, en especial en las canciones On Saturday Morning We Will Rule the World y Still a Long Way to Go, que no sólo se quedaran en con la etiqueta de buena canciones de la temporada, si no que se convertirán en clásicos posmodernos.

Sunday, January 14, 2007

Bunbury & Vegas


Enrique Bunbury & Nacho Vegas
El tiempo de las cerezas
EMI, 2006



El tiempo de las cerezas comenzó a gestarse en el 2005. Para entonces la carrera de Bunbury estaba de cabeza. Había ocurrido algo que se pensaba imposible, después de trabajar juntos por más de dos años decía adiós a su banda Cabaret Ambulante. Se rumoraba que abandonaba el mundo de la música para siempre. También se presumía que en cualquier momento ingresaría a un hospital psiquiátrico. Y es que no era para menos, después de un poco aplaudido Viaje a ninguna parte su creatividad se encontraba estancada. Lo más rescatable de sus últimos años era la valentía que demostraba al aparecer en un escenario y cantar las mismas canciones una y otra vez, dos discos en vivo lo atestiguan, Pequeño cabaret ambulante y Freak Show y los dos conciertos que incluye el dvd Una cita en Flamingos. En la última gira a nadie le interesaba oír las canciones del nuevo álbum doble. Aunque Enrique con esto había dado una buena muestra de su capacidad prolífica, sus nuevas composiciones no causaban el mismo impacto en el público. Por eso era explicable se encontrara en Zaragoza con sólo dos de los miembros de su banda, su inseparable y valorado Copi en los teclados y Ramón Garcías en la batería para grabar un disco mano a mano con un ex Manta Ray.
La otra mitad de la historia la escribe Nacho Vegas. Su llegada al proyecto es distinta a la de su contraparte. También conocido por sus abusos con las drogas, se encontraba en un momento de mayor éxito. Compartiendo su lugar de residencia entre su ciudad natal Gijón y Valencia, hogar de su nueva novia, aportaba al guitarrista Xel Pereda al El tiempo de las cerezas. Al finalizar el 2005 Vegas fue elegido por el público y la crítica españoles como el artista que ofreció el mejor concierto en España, su ep Desaparezca aquí fue nombrado el segundo mejor del año, El hombre que casi conoció a Michi Panero fue votada como la mejor canción y Esto no es una salida como el mejor single. Además de que Política de hechos consumados, su libro de canciones y poemas había salido al mercado editado bajo el sello Limbo Starr. Todo esto no resultó de la noche a la mañana, fue producto del trabajo volcado en los eps Esto no es una salida, Canciones desde palacio, Miedo al zumbido de los mosquitos, Siete canciones desde el norte y El hombre que casi conoció a Michi Panero y sus álbumes Actos inexplicables, Cajas de música difíciles de parar y Desaparezca Aquí.
Lo que destaca de El tiempo de las cerezas es que nos devuelve al Bunbury más multifacético. El cantante de los Héroes del Silencio, el que ha brillado como productor (Elefantes, Las Novias) el del proyecto Bushido, el de los buenos momentos de Pequeño y Flamingos, sólo que más lúgubre. Su capacidad para reinventarse es puesta a prueba una vez más. Y no sale mal librado de la faena. Tener en frente a un poeta maldito de la talla de Nacho Vegas lo motiva a volver a su vertiente arrabalera y contribuye con 10 canciones. Lanzado como un disco doble, El tiempo de las cerezas se divide en CD 1 y CD 2, partes iguales para el talento de cada uno. Efectivamente el tiempo es otro en el disco. Esto se puede constatar en la adecuación de Vegas a una atmósfera menos oscura que la de sus trabajos en solitario. Lo que lo hace más digerible para los seguidores de Bunbury, quien se mancha un poco las manos de noche y le sube el aspecto lóbrego a sus temas para conmover a los fans de Vegas.
La ventaja de Vegas al formar parte del dueto es mayor en sentidos de comercialidad. Por ejemplo en México tendrá la oportunidad de llegar a más escuchas debido al público de Bunbury. Y la ganancia de Bunbury es hacer un disco con uno de los artistas más respetados y reputados de España. Desde su salida de Manta Ray, donde era la voz líder y quienes grabaron un larga duración como banda base del disco Diminuto Cielo de Javier Corcobado, su trabajo ha sido bien recibido a pesar de su fatalismo. Su contribución en El tiempo de las cerezas es la más poética y propositiva, aunque sus temas no sean tan dramáticos como los de Bunbury guardan una oscura visión de los tiempos que en que se vive la realidad actual.
Habituado a crear personajes, Vegas también se deja seducir por su contraparte e interpreta la canción Bravo de Luis Demetrio, que también la versiona Javier Corcobado, con orquestación de Bunbury. El experimento también aplica a la inversa, Bunbury en un arreglo de Vegas. Para un trabajo tan extenso uno esperaría las predecibles altas y bajas, pero el leit motiv del disco, colocar las canciones de los dos en los dos discos, una de Vegas seguida de una de Bunbury seguida de una de Vegas, ha logrado que el abultado repertorio no resulte cansino ni abrumador. La catarsis de fin de la razón de Nacho se ve equilibrada por el scateo bufón de Enrique. Las canciones están bien distribuidas en cuanto a intensidad y van de un oscuro folk a la Leonard Cohen a una especie de dark rumba flamenca rock.