la opinión musical de Litoscar

Sunday, July 23, 2006

The Strokes


The Strokes
First impressions of earth
RCA-BMG Sony, 2006





Pobres Strokes. Cada vez más alejados de su sonido primigenio y más emparentados con esa fracción del indie que coquetea descaradamente con lo comercial. Ahora podemos evaluar en toda su proporción aquellas exageradas comparaciones que los equiparaban con la mítica Velvet Underground. La falsa alarma radica en que en sus primeros tres discos la banda liderada por Lou Reed y John Cale le dio canciones inolvidables y fundamentales a la historia del rock, como Venus in Furs, Heroin o Waiting for a man, y el nuevo y sobre valorado grupo newyorkino tan sólo si han conseguido arrojar un one hit wonder llamado Last night.
En este punto puedo decir que The Strokes han sido las prostitutas más feroces de la más belicosa de todas las putas: el pop. Al principio de su carrera, con un excitante y prometedor debut Is this it (2001) se situaron como la banda que recuperaba la intención primaria del rock, estrujante y desaliñada de acuerdo con el desencanto existencial de la época. Sus atuendos, en instancia inicial no pretendían establecer un look, recordemos que el look es el principio básico de lo cool, que fue lo que profetizó el crítico Lester Bangs, que el rock se convertiría en la industria de lo cool. Se vestían de manera estrafalaria puesto que no podían hacerlo de otra manera, sinceramente, eran los miembros más intelectualizados de la white trash. El look devino en el fashion. A los Stokes les usurparon su identidad, con su ascenso al tedio televisivo fueron tomados como referencia para la moda que debía seguir la juventud.
Is this it represento el intento más original desde la era grunge por dotar al rock otra vez de su crudeza, su honestidad y la restarle la falsa seguridad que otorga la condición rockstar. Y no exagero al afirmar que el stroke style me parece más grotesco que el glam de David Bowie, en sus años de Ziggy Stardust, puesto que lo volvía único, mientras que los Strokes cada vez más parecen clones.
Después de tan portentoso despegue vino la crisis de su peor disco: Room of fire (2003). Todo segundo trabajo es la prueba de fuego. Ahí se aprecia si la obra de una banda va a resistir el paso del tiempo. Y The Strokes no lo conseguirán. No cuentan con las herramientas para hacerlo. Un ejemplo de esto es el grupo Placebo. Oigan su primer trabajo y después adviertan el crecimiento en el siguiente. Room of fire es un disco inentendible y que predice algo que también sucede en el tercero, sí, hay elementos que nos indican que se trata de un buen grupo, pero el álbum se torna monótono, poco disfrutable, insufrible, indefinido, sin alma Y está es la característica definitoria de la obra Stroke: es un grupo sin definirse.
Su tercer y esperadísimo disco, First impressions of earth (2006) resulta un trabajo contradictorio con aquel lejano concepto estético de la banda. Si antes profesaban que aborrecían el pop, aquí gritan que lo adoran. Por qué este nuevo material no cumple las expectativas? Por estar sobreproducido, diseñado para recuperar el nivel de ventas alcanzado en el debut, 1 millon de copias vendidas, y en el que habita una preocupación desmesurada por la imagen. En resumen un disco planeado en la exageración. Y que cada día que transcurre la banda recibe una popularidad inmerecida y wanna be, otorgada por los medios y su insistencia por repetir una mentira 1000 veces hasta convertirla en verdad. Existen grupos que merecen la misma atención y son más constanes, congruentes y superiores, como Sonic Youth y Wilco.
Como conclusión del paso de los Strokes por la tierra puedo advertir que son un grupo de garage que despedía un hedor auténtico, pero que la fama los asaltó de manera accidentada, gratuita e instantánea, luego pasó a producir un segundo disco intragable y un tercer fracaso que a pesar de estar maquilladísimo a la sexta canción ya aburre y que simplemente la banda no sabe lo que quiere.

Thursday, July 13, 2006

Brad Mehldau





BRAD MEHLDAU TRIO
Day is done
Nonesuch, 2005


Con el acontecer del tiempo Brad Mehldau se ha convertido en un referente obligado e indispensable para los adictos al jazz. Y por consecuencia cada nuevo disco que saca a la venta se convierte en un suceso lleno de significados. Su más reciente trabajo discográfico pretende ser un ajuste de cuentas con toda su trayectoria. Una de las carreras más hermosas, conmovedoras y prolíficas del jazz contemporáneo.
Perteneciente a la escena Newyorkina, los primeros dos grandes acontecimientos que perfilarían su obra son la aparición de su álbum Introducing y la participación en lo que yo considero el disco y la formación más impresionante del jazz de los 90’s. Me refiero a Moodswing, firmado por el Joshua Redman Quartet. Aquí el saxofonista cuenta con una formación de músicos jóvenes, que clarificarían y enriquecerían el panorama futuro del género. Ya el tenor en su segunda placa Wish, se había hecho acompañar por las leyendas vivientes Charlie Haden y Billy Higgins y también por la sensación Pat Metheny. No obstante es hasta Moodswing que logra crear su propio discurso. Y esta es la mayor virtud tanto de Redman como de Mehldau, que lograron sacar al jazz del terreno intelectualoide y lo devolvieron al plano emocional.
El plantel de Moodswing lo completan el baterista Brian Blade y el bajista Christian McBride. Un verdadero dream team. Blade con el paso de los años se convertiría en una estrella más allá del mundo del jazz, hasta acompañar a Bob Dylan en Time out of mind, un pilar en la historia del rock, que resucitó la carrera de Dylan y lo hizo ganar dos Grammyes. Por su parte McBride formó parte nada menos que del The Roy Hardgrove/Christian McBride/Stephen Scout Trio. También participó en los álbums más populares de Diana Krall, dándoles un toque profundo y reflexivo, restándoles algo de la carga pop.
Los cuatro músicos se encuentran al máximo en Moodswing. Interpretan once temas distintos en estilo, por supuesto con la preponderancia del hard bop, a la que Redman es un afiliado. Pero lo que más resalta es el tratamiento que recibe la balada, nos trae a la memoria el jazz con alma y nos aleja el recuerdo del jazz ochenteno, el del pobre coqueteo con el tecno y cada vez más vinculado a la cultura de lo Light. La balada –no podría resultar de otra forma- es violenta. Oímos que el saxofonista aprendió muy bien la lección de sus maestros John Coltrane y Sonny Rollins. Es decir toma la fuerza y la religiosidad de Coltrane (no en el sentido sectario, si no de comunión con el instrumento) sin nunca renunciar a la armonía como Rollins. Esto es fácil de deducir por el título de algunas piezas, en referencia a Coltrane, como “Rejoice” y “Faith”, que es el mejor tema de todos. Una baladita llena de registros que nunca pierde la sugestión ni cae en la sensiblería. La grandeza de este periodo llevarí a Joshua Redman al fabuloso Pasaje of time, una suite, que inmiscuiría a otros músicos, entre ellos el pianista aaron Goldberg.
Brad Mehldau, después de haber participado en este cuarteto y de continuar contribuyendo en otras grabaciones como músico de sesión, consiguió darle a su trío un concepto, maravilloso trío junto a Larry Granadier y el catalán Jorge Rossy. El arte del trío fue el nombre del proyecto y se extendería hasta un volumen 5. A partir del primero comienza a consolidarse lo que hasta hoy es el sello de la casa, la insistencia del pianista por introducir melodías del dominio pop al american songbook.
Todo comenzó con “Blackbird” la composición del Beatle Gorge Harrison. En la segunda entrega The art of trio two Live at the Village Vanguard, ya instalado en la catarsis y con la seguridad de su dominio técnico e interpretativo, vuelve la mirada hacia los Standard y deja un bello tributo a Thelonious Monk en “Monk’s Dream”. Para la tercera etapa se decide a integrar una pieza de rock “Exit Music (for a film)” de otro aspecto que se convertiría en leit motiv de su obra: Radiohead. Para entonces la melancolía de Mehldau le ha ganado el respeto de los grandes del jazz y puede moverse con absoluta libertad creativa.
En la cuarta fase se deciden una vez más por la captura en vivo en el Village Vanguard. La versión de 8 minutos de “Exit Music” es alabada de manera exacerbada por la crítica. La quinta y última entrega también fue en vivo, sólo que en formato doble bajo el nombre de Progression. Con ella concluyo el Arte del Trío, el pianista lo abandonó para experimentar otros caminos, en el inter de esos cinco discos se grabó otro con el mismo filin e indispensable y complementario de esa época, Elegic Cycle, un tributo a la muerte de William Burroughs y Allen Ginsberg.
Después de eso vinieron algunos discos no tan afortunados como Largo, donde versionó “Paranod Android” del grupo inglés, Anything Goes y Places y una colaboración con Renée Fleming: Love Sublime. Para entonces había sucedido un hecho lamentable, en vista de que Brad Mehldau decide grabar un disco de puro piano, Live in Tokio, una especie de Conversations with my self de Bill Evans, Jorge Rossy abandonó el grupo. Una pérdida importante para un conjunto que llevaba diez años junto. El disco en solitario tampoco gozó de mucha fama, una parte de la crítica lo alabó, pero también recibió injurias, hubo alguien que incluso se atrevió a calificarlo de aburrido. Por eso el pianista regresó a la modalidad que domina.
Day is done toma su título de la pieza de cantautor Nick Drake. Representa la intención de Mehldau de arrastrar el pop al jazz de manera definitiva. Abre el programa “Knives Out”, una vez más Radiohead. Se incluyen “Martha My Dear” de Paul McCartney y “She’s livin home” de Lennon/McCartney. El intento del pianista es recobrar ese estilo conmovedor y aflijido que le dio la popularidad a sus anteriores trabajos, pero la inclusión de Jeff Ballard en sustitución de Jorge Rossy hace ver que los músicos aún no se compenetran del todo. Independientemente de eso, el disco vale la pena y nos pone a la espera del siguiente, para saber con qué novedad nos va a sorprender el alumno más adelantado de Bill Evans.